Algo que debemos preguntarnos ahora mismo: ¿Qué edad tienen los ancianos?
Hoy más que nunca los conceptos de “anciano”, “tercera edad”, “personas mayores”, “abuelos”, etc. necesitan de una objetivación social que nos permita, además de ser “políticamente correctos”, definir debidamente al grupo social que representan dichos conceptos.
Es sin duda una tarea de anclaje, un proceso de representación social, que sirva adecuadamente para proponer una categoría clasificatoria. Hoy esto, más que nunca, es importante, ya que el alivio al confinamiento por la crisis sanitaria trabaja con estos términos y se determinan sobre ellos las decisiones.
Sin embargo, José Augusto García Navarro, presidente de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología, al hablar de cómo será el desconfinamiento de este sector de la sociedad, señala: “La edad, en general, no es criterio para nada porque es biológica, no cronológica”. Y así es, porque una cosa es cuántos años tenemos (edad cronológica) y otra cuál es el estado funcional de nuestros órganos en comparación con un estándar biológico (edad biológica). Muy claramente se expone, por ejemplo, en la revista sobre salud en su estudio “¿Qué es la edad biológica y cronológica?”).
Personas “de mucha edad”
En este sentido, las “etiquetas sociales” que han servido para la identificación y segmentación de este grupo social son una cuestión de naturaleza cultural. Dicha identificación ha determinado un estatus adscrito, no adquirido. Es decir: esta clase social ha tenido una construcción de su propia identidad de manera externa, por convencionalismos establecidos, no por propio trabajo.
En el Diccionario de la Academia, en su última edición, “anciano” se describe como “Dicho de una persona: de mucha edad”. Ciertamente el diccionario hace referencia a un significado de edad cronológica, en donde el adjetivo “mucha” expresa grado elevado en tanto a cantidad.
Sin embargo, todos estaríamos de acuerdo en que actualmente la palabra anciano comparte relación de significado con voces como vejez, edad senil o viejo. Todas estas palabras representan ya la decadencia física, lo que, en este sentido, no solo tiene que ver con la edad cronológica, sino también con la biológica. Razón por la cual ya en 2007, Winston Manrique Sabogal en su reportaje “Dime qué decir”, en el que trataba la tendencia de lo políticamente correcto en el lenguaje, incluía en su descripción que: “los viejos ya no son viejos, ni ancianos, aunque hubo un día en que era bien visto, pero de repente se empezó a referirse a ellos como de la tercera edad, y en los últimos años, nuestros mayores”. Y esto porque en la visión lingüística de lo políticamente correcto se tiende hacia una visión positiva de la realidad.
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